El apego y la lactancia natural han cobrado mucha
importancia en las últimas dos décadas, un Buen
Apego favorece los lazos afectivos entre la madre y su hijo y se relaciona con
mayor duración y mejor calidad de la lactancia natural, lo que a futuro,
estimula un mejor desarrollo psicomotor y una salud óptima para el niño.
La lactancia natural exclusiva,
al menos durante los primeros seis meses de vida, por si sola determina una
disminución de la morbimortalidad en el niño y en su propia madre.
Investigaciones de los últimos
años demuestran, que los niños que al menos fueron alimentados durante seis
meses con lactancia natural exclusiva son más inteligentes y presentan con menos frecuencia diferentes enfermedades
como asma bronquial, enfermedades atópicas, enfermedades gastrointestinales, leucemias
y otros cánceres, obesidad, diabetes mellitus tipo I y II, enfermedades
autoinmunitarias, etc., en comparación con los niños que no tuvieron ese
privilegio. Al largo plazo continúan con mejor salud, con menor incidencia de enfermedades
cardiovasculares, cerebrovasculares, cánceres y enfermedades autoinmunitarias
en general.
Pero también las madres se
benefician al corto y largo plazo, con una anticoncepción natural durante la
lactancia (MELA), mayor rapidez en la recuperación del peso previo al embarazo,
menor incidencia de osteoporosis, menor incidencia de cáncer de mama y ovarios.
Se relaciona además con otros
problemas de la infancia, como por ejemplo Maltrato
Infantil. Se ha observado que un porcentaje de los niños maltratados presenta
el antecedente de "mal apego" inicial o “disfunción” del mismo,
frecuentemente asociado a prematuridad o patología perinatal. El Niño
Vulnerable, que enferma con frecuencia, pese a que los estudios inmunológicos y
otros de laboratorio resultan normales y el Mal Progreso Pondoestatural (“Falla
en la Medración”), sin explicación nutricional o endocrinológica, también han sido
relacionados a deficiencia o disfunción en el apego.
El apego o Imprinting o Bonding,
como se menciona en inglés, fue detectado científicamente por psicólogos
experimentales, hace más de seis décadas. Ellos observaron que cuando se
apartaba al cordero recién nacido de su madre inmediatamente después del
alumbramiento por algunas horas, ésta no lo reconocía como hijo propio cuando
le era devuelto. Más aún, se negaba a amamantarlo y hasta le podía agredir.
Pero si no se interferían las primeras seis horas de vida del corderito junto a
su madre y luego se les separaba, cuando éste retornaba al alero de su madre,
ésta lo acogía,cuidaba y amamantaba con normalidad. Algo muy importante en
relación al apego, ocurría en las primeras
horas de vida del corderito junto
a su madre, lo que determinaba las conductas posteriores. Estas horas iniciales
fueron denominadas período sensitivo. El período sensitivo fue ratificado en
todos los mamíferos estudiados. Dicho período, también lo encontramos en nuestra
sabiduría y cultura popular. Es reconocido el hecho de que en nuestros campos,
no se "molesta" durante el período sensitivo a los animales
domésticos o a los de crianza.
A finales de la década de los
sesenta, los doctores M. Klaus y J. Kennel en Cleveland (Ohio, USA), se
preocuparon del tema y se preguntaron cómo se producía el apego y cuál era el período sensitivo en el ser humano.
Para ello estudiaron en primer lugar los eventos importantes en la formación de
una futura madre, separándoles en el tiempo en tres períodos:
- Antes del embarazo.
Planificación del embarazo.
- Durante la gestación.
Confirmación del embarazo, aceptación del mismo, movimientos fetales y
aceptación del feto como individuo. En esa época no existía la ecografía obstétrica
que hoy en día también juega un rol importante en la conducta materna al permitir
la visualización activa del feto, reforzando las futuras conductas de apego.
- Después del parto. Nacimiento,
ver, tocar, oler y reconocer al hijo y comienzo del apego inicial.
Los estudios sociológicos de
variados grupos étnicos aislados, en distintas fases evolutivas desde el
paleolítico en Australia, tribus indí-genas de Africa y Amazonía y algunos
reductos indígenas de USA aportaron un hecho muy interesante. Todos los grupos
étnicos estudiados tenían algo en común: el parto era un evento privado donde
se protegía la intimidad de la madre con su recién nacido, en las primeras horas
de vida, para después transformarse en un evento social. Esas primeras horas, a
la luz de los conocimientos actuales corresponden al Período Sensitivo.
Con estos antecedentes, en 1964,
Klaus y colaboradores comenzaron un estudio prospectivo en dos hospitales
pequeños de la ciudad de Guatemala (Experiencia de Guatemala), tras haber
fracasado en sus intentos de definir el período sensitivo y apego inicial en
hospitales de USA, debido a la tremenda medicalización del proceso de embarazo
y parto, que impedía observar la conducta espontánea y natural de una madre con
su recién nacido.
En dicha experiencia se
organizaron dos grupos de madres. En el primer grupo, se permitía a las madres permanecer en íntimo
contacto ("piel con piel") con su recién nacido, durante 45 minutos y
luego se continuaba con la rutina habitual: llevar el recién nacido a la sala cuna
y trasladarlo con su madre cada 4 horas para estimular e iniciar
lactancia. Al segundo grupo se les
retiraba el recién nacido inmediatamente después del parto, durante el
alumbramiento, sin oportunidad de contacto inicial, y posteriormente se
continuaba la misma rutina del primer grupo, trasladando al hijo a la sala cuna.
Ambos grupos eran idénticos y comparables (primíparas, primigestas, de edades
entre 18 y 25 años, embarazo normal y sano y con pareja estable), salvo en el
hecho de que el primero tenía un contacto íntimo con su hijo durante 45
minutos. A los seis meses de vida, los lactantes del primer grupo pesaban en
promedio 490 gramos más y la mayoría conservaba la lactancia natural exclusiva,
en comparación con el segundo grupo. Al año se apreció en el primer grupo, un
significativo mejor desarrollo psicomotor. En el segundo grupo hubo mayor
número de infecciones y consultas médicas por morbilidad durante el primer año
de vida.
Estos hallazgos fueron
suficientes para sospechar que efectivamente existía un período sensitivo en el
ser humano y que en ese lapso de tiempo comienza una etapa muy importante del
Apego.
Durante este período sensitivo se desarrolla un apego progresivo que se explica
por las interacciones recíprocas entre la madre y su hijo en los primeros
momentos de relación. El recién nacido viene preparado para esta interacción.
Normalmente los recién nacidos duermen la mayor parte del tiempo, en los primeros
días de vida, con escasos momentos de alerta. Pero al nacer, al cabo de 3 a 5 minutos,
comienzan un estado de alerta muy significativo de alrededor de 40 a 60
minutos, que es el más largo del primer mes de vida. Es durante esta alerta,
donde el recién nacido está genéticamente preparado para esta mágica interacción.
Si la práctica hospitalaria retira al bebé de su madre en este preciso período,
priva a ambos de esta maravillosa
vivencia inicial y disminuye parte de la calidad e intensidad del apego.
En esta primera interacción
madre-hijo, ocurren muchos fenómenos interesantes. Primero la madre observa a
su recién nacido ojo a ojo. El niño responde concentrando la mirada en su madre.
Luego comienza a tocarlo delicadamente y de manera progresiva, comenzando generalmente
por las manitos, luego los pies y finalmente el resto del cuerpo. La madre le habla
suavemente con voz de tonalidad alta. El
RN responde con algunos movimientos tenues de cara y manos; esto confirma a la
madre que el niño está atento y en comunicación directa con ella. El niño
llora. El llanto erecta los pezones maternos y estimula a las hormonas
prolactina y ocitocina. Se produce una sincronía entre el lenguaje materno,
cadencioso y los movimientos del niño. La madre lleva al RN al pezón y éste lo
frota hasta que emerge la primera gota de calostro, plena de linfocitos T,
linfocitos B y macrófagos, que entregan al niño la clave de los anticuerpos a
formar, para defenderse de la flora bacteriana de la piel materna. Estos
primeros momentos e interacciones son primordiales en el inicio del apego.
Hoy sabemos que existe un Período
Sensitivo, en el cual se producen los primeros pasos de apego, el que se irá
reforzando día a día en los días sucesivos, hasta constituir el mayor lazo
afectivo que existe en la humanidad: la relación madre-hijo, relación única que
vincula al hijo con su madre de por vida. Es por esta fuerte relación que la
madre provee el alimento y cuidado de su hijo con tal constancia y dedicación,
que ello explica la supervivencia de nuestra especie en los últimos 200.000
años, con períodos glaciales y grandes desastres naturales.
Fuente: Revista Chilena de Pediatría
2007; 78 (Supl 1): 96-102.